Antiguamente, las cavas de una vivienda eran sinónimo de sótanos oscuros donde se almacenaban los vinos,  alejados de la luz natural y de los cambios bruscos de temperatura.  Sin embargo, en la actualidad se configuran como uno de los espacios más destacados de la recepción.

En líneas generales, la cava tiene dos áreas funcionales, la de guarda y la de degustación. Gracias a las tecnologías actuales de refrigeración,  los vinos puedan conservarse en condiciones muy estrictas de temperatura, humedad e iluminación, sin dejar de ser exhibidos detrás de dispensers vidriados. El rincón destinado a la degustación precisa de muebles que habiliten a recibir a  un grupo de gente.  Si bien no existen reglas fijas acerca de este tema, suele disponerse de una mesa, generalmente a modo de barra con banquetas altas.

La arquitecta Patricia Chechik del estudio Brukman & Chechik describe algunas claves de estos espacios, así comenta que las cavas tradicionales suelen encontrarse en los subsuelos que deben gozar de un cuidado tratamiento de la iluminación artificial. En el caso de esta cava en particular, las paredes tienen un plano de madera de anigré frisé, del cuál emerge  una gran barra que incluye un plano de vidrio transiluminado que permite apreciar el color de los vinos. En la pared  se han dispuesto varillas para apoyar botellas. Estantes de acero inoxidable permiten generar un copero o un espacio donde apoyar otros objetos y adornos. Esta cava es de cristal a la vista, de tono metalizado de su  interior sobresale el recurso innovador de las líneas de leds blancas para destacar las siluetas de las botellas.

Más información: Brukman & Chechik

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